martes, 4 de febrero de 2020

Presentación del Señor 2 2 2020


Oración al Espíritu Santo
Espíritu Santo, luz Santísima que limpias lo que está manchado en nuestras almas, infunde en nuestros corazones el deseo de tener el alma limpia y ayúdanos a luchar para evitar lo que mancha el alma. Amén

Del Evangelio según San Lucas
Cuando llegó el tiempo de la purificación, según la ley de Moisés, los padres de Jesús lo llevaron a Jerusalén, para presentarlo al Señor, de acuerdo con lo escrito en la ley del Señor: «Todo primogénito varón será consagrado al Señor», y para entregar la oblación, como dice la ley del Señor: «un par de tórtolas o dos pichones.»
Vivía entonces en Jerusalén un hombre llamado Simeón, hombre justo y piadoso, que aguardaba el consuelo de Israel; y el Espíritu Santo moraba en él. Había recibido un oráculo del Espíritu Santo: que no vería la muerte antes de ver al Mesías del Señor. Impulsado por el Espíritu, fue al templo.
Cuando entraban con el niño Jesús sus padres para cumplir con él lo previsto por la ley, Simeón lo tomó en brazos y bendijo a Dios diciendo: «Ahora, Señor, según tu promesa, puedes dejar a tu siervo irse en paz. Porque mis ojos han visto a tu Salvador, a quien has presentado ante todos los pueblos: luz para alumbrar a las naciones y gloria de tu pueblo Israel.»
Su padre y su madre estaban admirados por lo que se decía del niño.
Simeón los bendijo, diciendo a María, su madre: «Mira, éste está puesto para que muchos en Israel caigan y se levanten; será como una bandera discutida: así quedará clara la actitud de muchos corazones. Y a ti, una espada te traspasará el alma»

Preguntas para meditar el Evangelio
¿Qué hacían la Virgen y San José en el Templo de Jerusalén?
¿Por qué…, si la Virgen era Inmaculada y el Niño era el Hijo de Dios? ¿Qué sentido tiene?
¿Cuánta gente habría en ese momento en el Templo de Jerusalén? ¿Cuántos se dan cuenta de que es el Mesías, el Hijo de Dios?
¿Qué dice del Niño el anciano Simeón?

Preguntas para el examen
Si me cuesta por vergüenza, por pereza, o porque tengo poca fe pedir perdón a Dios en el Sacramento de la Confesión… ¿acudo a la Virgen para que me ayude a pedirle a Dios que limpie mi alma?
¿Acudo a la Virgen para que me ayude a ofrecerle a Dios eso que veo que me pide, pero que me cuesta darle?
¿Me pongo en las manos de la Virgen para que Ella me ayude a ir al Cielo? ¿Rezo de vez en cuando alguna oración de Consagración a la Virgen?
¿Le pido al Espíritu Santo que me ayude a ver a Dios en el estudio, en el deporte, con los amigos, en la calle…?
¿Le pido a Jesús luz para tomar las decisiones importantes de mi vida? ¿Le pido su luz… que de sentido a una enfermedad, al fallecimiento de un familiar… a una mala noticia o a una contradicción?

Texto para la Oración
De una Consagración a la Virgen del Papa Juan Pablo II
Virgen María, Madre mía, me consagro a ti y confío en tus manos toda mi existencia.
Acepta mi pasado con todo lo que fue, acepta mi presente con todo lo que es, acepta mi futuro con todo lo que será.
Con esta total consagración te confío cuanto tengo y cuanto soy, todo lo que he recibido de Dios.
Te confío mi inteligencia, mi voluntad, mi corazón.
Deposito en tus manos mi libertad; mis ansias y mis temores; mis esperanzas y mis deseos; mis tristezas y mis alegrías.
Custodia mi vida y todos mis actos para que le sea más fiel al Señor y con tu ayuda alcance la Salvación.
Te confío ¡Oh María!, mi cuerpo y mis sentidos para que se conserven puros y me ayuden en el ejercicio de las virtudes.
Te confío mi alma para que Tú la preserves del mal.
Hazme partícipe de una santidad igual a la tuya; hazme conforme a Cristo, ideal de mi vida.
Te confío mi entusiasmo y el ardor de mi juventud, para que tu me ayudes a no envejecer en la fe.
Te confío mi capacidad y deseos de amar; enséñame y ayúdame a amar como Tú has amado, y como Jesús quiere que se ame.
Te confío mis incertidumbres y angustias, para que en tu corazón yo encuentre seguridad, sostén y luz, en cada instante de mi vida.
Con esta consagración me comprometo a imitar tu vida.
Acepto las renuncias y sacrificios que esta elección comporta, y te prometo, con la gracia de Dios y con Tu ayuda, ser fiel al compromiso asumido,
¡Oh María!, soberana de mi vida y de mi conducta, dispón de mí, y de todo lo que me pertenece, para que camine siempre junto al Señor bajo tu mirada de Madre.
¡Oh María!
Soy todo tuyo y todo lo que poseo te pertenece ahora y siempre.

¡Amén!